8.- El Caso Benveniste

Desde sus orígenes, la homeopatía no ha gozado de alguna prueba científica que avale las teorías descritas por Hahnemann. Al igual que ocurre con los ovnis, la telequinesia o los ectoplasmas, durante todo este tiempo no ha existido ninguna prueba que demuestre que los tratamientos homeopáticos tienen realmente propiedades curativas.

Por otro lado, desde principios del siglo XIX todo conocedor de los descubrimientos de Avogadro ya sabían que la mayoría de las disoluciones homeopáticas solo contienen disolvente.

Pero, a pesar de todo ello, incomprensiblemente los seguidores de la homeopatía seguían insistiendo en que su método funcionaba a pesar de que no estaba contrastado científicamente.

Por ello, fue en 1988 cuando los seguidores de la homeopatía celebraron con gran regocijo una publicación en una revista donde, al fin, parecía que se demostraba las bondades de esta pseudociencia. En este artículo se venía implícitamente a reconocer, como no podía ser de otro modo, que en la mayoría de disoluciones homeopáticas no hay ningún compuesto activo, tal y como preconizaba las tesis de Avogadro, sino solamente disolvente. Pero como el negocio está en seguir alimentando los fundamentos de la homeopatía, en un alarde de imaginación y desfachatez se inventan el concepto denominado “memoria del agua” por la que, el agua como disolvente, debía conservar las propiedades de las sustancias que habían estado en contacto con ella, aunque ya no contenga ninguna molécula de dicha sustancia.

El 30 de Junio de 1988 apareció publicado en la prestigiosa revista científica Nature un artículo firmado por el equipo de Jacques Benveniste (Davenas E., Beauvais J., Amara J., Oberbaum M., Robinson B., Miadonna A., Tedes-chi A., Pomeranz B., Fortner P., Belon P., Sainte-Laudy J., Poitevin B. y Benveniste J.), exponiendo una serie de experimentos sobre degranulación de basófilos disparada por anticuerpos muy diluidos.

Los autores más relevantes entre los investigadores eran el profesor Jacques Benveniste, de la Universidad de París-Sur y jefe de la Unidad 200 del INSERM (Institut National de la Santé et de la Recherche Medicale) francés, la técnico Elisabeth Davenas y el homeópata Bernard Poitevin.

Para entender el experimento de Benveniste debemos saber que los basófilos son células responsables de dar la señal de alerta en caso de infección, y al ponerse en contacto con alguna sustancia a la que se sea alérgico, liberan histamina. Mediante técnicas adecuadas, es posible observar claramente en el laboratorio, a través de tinturas, si un basófilo ha liberado o no histamina.

Los experimentos ideados por Benveniste consistían básicamente en poner en contacto preparados de leucocitos (basófilos) con suero de cabra cada vez más diluido en agua destilada, y comprobar si los leucocitos (o más concretamente, mastocitos y basófilos) reaccionaban frente a los anticuerpos anti-IgE presentes en el suero, liberando histamina.

Según Benveniste, obtuvo como resultado que la respuesta de los basófilos a los anticuerpos anti-IgE fluctuaba en función de la concentración de estos. A concentraciones muy altas la actividad prácticamente desaparecía, reapareciendo a concentraciones menores. Tal respuesta se daba incluso en niveles en los que la probabilidad de encontrar una sola molécula de anticuerpo en la disolución era poco menos que nula.

La explicación propuesta por Benveniste, pasaba por hacer creer a la comunidad científica que en el proceso de agitado de la disolución (dinamización), las propiedades del producto activo pasaban al disolvente (agua). De esta forma, Benveniste intentaba dar respuesta a todos aquellos que argumentaban que en la mayoría de los compuestos homeopáticos no había ni una sola molécula de sustancia activa. Con este experimento Benveniste defendía que el agua mantenía en sus moléculas las propiedades de las sustancias que habían pasado por ella.

Este argumento tan sofisticado de la “memoria del agua” no deja de ser curioso y, como es obvio, las contestaciones, réplicas y contra-réplicas no se hicieron esperar. Hubo, incluso, críticas por la publicación del artículo cuando los datos y el método utilizado no estaban contrastados.

Además, existen dudas razonables sobre las garantías ofrecidas por el método utilizado por Benveniste. No se garantizaba la pureza de las disoluciones para impedir una contaminación ajena al antígeno utilizado y que pudiera producir los mismos efectos, y se cuestiona la utilización del conteo de basófilos como técnica de medición, en lugar de una medida directa del índice de histamina liberada por los basófilos.

Pero las mayores controversias llegaron con los resultados del comité de evaluación. Nature había acordado con Jacques Benveniste que una comisión de evaluación repetiría su experimento en su mismo laboratorio e intentaría obtener los mismos resultados publicados. Dicha comisión estuvo formada por John Maddox -editor de la revista Nature-, Walter Stewart -científico experto en estudio de errores-, y James Randi, conocido mago. Sus resultados fueron, básicamente, que no existía razón para suponer ciertos los efectos pretendidos en el artículo de Benveniste.

Se sabe que, posteriormente, un grupo académico independiente en los Estados Unidos, usando el propio aparato de Benveniste, y su propio protocolo, realizaron pruebas definitivas y... las pruebas fallaron. Hasta hoy no existen pruebas científicas de la existencia de la “memoria del agua” ni de la homeopatía.

Todo comenzó a tener sentido cuando se supo que una poderosa multinacional francesa farmacéutica, era la que se hacía cargo del salario de Poitevin y quien financiaba las investigaciones, hecho que había sido cuidadosamente omitido en el artículo original de Nature. Se calcula que, la empresa farmacéutica homeopática había desembolsado entre 1987 y 1988 alrededor de 150 mil dólares para el desarrollo de este estudio.

El mismo Benveniste, ya unos años antes, había sido miembro del consejo de administración de otra empresa similar.

Luego se supo que la relación entre Benveniste y la industria farmacéutica homeopática había comenzado a desarrollarse precisamente a través de Bernard Poitevin, quien, por otra parte, había sido el que persuadiera a Benveniste de comenzar la investigación. Además, Poitevin actuaba como supervisor de los experimentos con la asistencia de un técnico de laboratorio: Elisabeth Davenas. Esta estrecha relación con la empresa farmacéutica cuestionaba toda la investigación que se realizaba en la Unidad 200 del INSERM.

La situación era vergonzosa para la ciencia francesa y se esperaba una reacción del INSERM.

Estamos de acuerdo en que no se puede prejuzgar que la calidad de una investigación dependiendo quién financia a los investigadores. Pero creo que a nadie se le escapa el detalle de que no parece muy digno que una empresa financie investigaciones destinadas a avalar científicamente su propia existencia. Eso implica unos intereses económicos capaces de “justificar” cualquier falso resultado. Además, todos los experimentos que dieron resultados positivos se realizaron por o en presencia de Elisabeth Davenas, una de las doctoras pagadas directamente por dicha empresa.

A pesar de todo esto, la existencia de la memoria del agua no justificaría los postulados de la práctica homeopática. El postulado fundamental de ésta es el principio de similitud. Merece realmente el título de postulado, es decir, de afirmación tenida por cierta, pero no demostrable. Lo que Benveniste quería confirmar no era el principio de similitud, sino la idea de que la información biológica transmitida por los anticuerpos puede subsistir en una disolución, incluso cuando esta última no contenga ni una sola molécula del antígeno.

Así pues, aun en el caso de haberse probado la “memoria del agua”, no por ello la homeopatía dejaría de ser una aberración científica. Pero si la memoria del agua no se valida, lo sería por partida doble. Científicamente hablando, no podemos asegurar la no existencia del pretendido efecto, pero sí se puede negar existencia de pruebas que lo avalen, y, por tanto, tampoco se justifica la terapia aplicada en base a sus fundamentos.

Es curioso observar la insistencia de los homeópatas, en su afán de perseverar en lo que le dicen que diga, en seguir afirmando que existe la memoria del agua, cuando en la actualidad la mayoría de las sustancias homeopáticas se suministran en gránulos, goma de mascar o tabletas cuyo soporte no es el agua sino sacarosa u otra sustancia no acuosa.

Además, hay que considerar que si fuera cierta la memoria del agua y el principio de similitud, ¿qué pasaría si bebiésemos agua de un río? Dicha agua, a lo largo de su trayectoria habrá estado en contacto con minerales, bacterias, hongos y plantas (algunas venenosas). Es difícil imaginarlo ¿verdad?

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